...bueno, realmente no es mío. Es
de mis compañeros de piso y se llama Menfis José (así como suena, y yo que
pensaba que no se podían poner nombres ofensivos, sólo le falta un
"de Todos los Santos" para rematarlo). Para quien no me crea, en el lateral tenéis una foto suya.
Sí, lo que se ve en la pantalla
es un texto en letra procesal para realizar una deseadísima transcripción
paleográfica (los de Historia, que somos legión en este máster, seguro que me
entienden). Y no, Menfis no tiene la otra pata encogida, simplemente no la
tiene, nihilista que es el bicho en ese aspecto. Hace bueno ese dicho de "buscarle los tres pies al gato", ya que perdió la pata superior derecha en acto
de servicio (quizá otro día os lo cuente). Además le gusta subirse al lavabo y
es un punto abrirle el grifo y decirle "¡Chapotea, Menfis, chapotea!".
Él, con toda su buena intención y obediente que es, mueve el muñón que le queda para intentar jugar, sin lograrlo obviamente, con el agua que cae.
Y me diréis, ¿para qué todo
esto?. Aparte de auto-terapia felina, mi objetivo es sencillamente el de mostrar
un ejercicio práctico concreto de algo
que se nos ha repetido tanto y sobre el que volvimos a ello el último día,
siendo probablemente el quid de la cuestión: la forma de llegar a los alumnos
es a través de una narración que los
engatuse (nunca mejor dicho) sea ésta oral (p. e. clase magistral), visual (p. e.
presentaciones en PowerPoint o fragmentos de videos), musical (canciones
educativas) u otra, para llegar al discurso
deseado.
Así, emulando a Rafael Cabanillas cuando utilizó las anécdotas de sus viajes (por ejemplo
relatándoles como en ciertos lugares se come perro) para llevarles a donde él
quiere, podemos utilizar un relato banal que sirva de elemento sorpresa que consiga captar su atención
para alcanzar el objetivo docente buscado. Sin embargo, Rafael Cabanillas hizo
algo feísimo, y fue el de utilizarlo como chantaje (a cambio del relato, hacer
morfosintaxis) ante inocentes y temerosos adolescentes (ya que, como todo el
mundo sabe, una clase de E.S.O. es un remanso de candidez y estos burdos trucos
están de más).
Voy a intentar completar su
propuesta, hilando un relato a través de la banalidad para llegar al contenido.
Si hablamos de gatos, ¿con qué podríamos hilarlo?. "¡Ya sé!",
pensaréis, "¡el Antiguo Egipto!". Aunque soy algo simple, no tanto,
por lo que vamos a hacerlo un poco más difícil.
Aunque historiográficamente está
más que superada la anécdota como
objeto de estudio, aquí nuestra meta es otra, y podemos usar la misma junto a la
ya mencionada sorpresa para captar
la atención de quien nos escucha. Es más que probable que tras sentirse atrapados
por la sorpresa e interesados con la anécdota, y por tanto la interioricen,
acaben haciendo lo propio por asociación con el contenido al que hemos llegado
desde ella. Vamos, engañar sus tiernos cerebros. Sigamos entonces con esta
idea.
¿Cocinamos a Menfis y nos lo
comemos (aunque sólo tenga un "ala"?. ¿Cómo hacerlo?. Pues por
ejemplo usando la receta que un tal Roberto Nola, cocinero nada menos que de un rey, nos propuso en el siglo XV. ¿Qué no me creéis?. Pues ahí va la
receta para los incrédulos y para demostraros que el que transcribía en el
ordenador era yo y no el gato como muchos seguramente pensaréis (os acompaño la
imagen del folio del libro con su transcripción):
(fol. 42r)
Gato assado como se quiere comer
El gato que este gordo tomaras y degollarlo
as. Y despues de muerto cortar le la cabeza, y echarla a mal porque no es para
comer, que se dize que comiendo delos sesos podría perder el seso y juyzio el
que la comiere. Despues dessollarlo muy limpiamente y abrirlo y limpiarlo bien;
y despues embolverlo en un trapo de lino limpio, y soterrarlo debaxo de tierra
donde a de estar un dia y una noche; y despues sacarlo de alli y ponerlo a
assar en un assador, y assarlo al fuego, y començandose de assar untarlo con buen
ajo y azeyte, y en aca-
bandolo de untar açotarlo bien con una
verdasca; y esto se a de hazer hasta que este bien assado untandolo y
açotandolo, y desque este assado cortarlo como si fuesse conejo o cabrito y
ponerlo en un plato grande y tomar del ajo y aceite desatado con buen caldo de
manera que sea bien ralo, y echalo sobre el gato, y puedes comer del, porque es
muy buena vianda
El libro, que ha sido escaneado y está disponible, fue impreso en Toledo en 1529 aunque provenía
de un manuscrito anterior en catalán. Está dedicado a un tal rey Ferrán que lo era de Nápoles. Se dudó
entre Fernando I de Nápoles (1458-1494) o el Católico tras la invasión española
del sur de Italia, pero dos elementos permitieron datarlo con exactitud y
encuadrarlo en el reinado del primero. Sobre todo, el dato principal es que
mantiene los preceptos de la Cuaresma anteriores al año 1491. En ningún momento
hace mención alguna ni muestra que conoce las modificaciones de los alimentos
prohibidos por la Iglesia en época cuaresmal, que a partir del año 1491 ya
permitía el consumo de los productos lácteos (como la leche y el queso) y los huevos.
Además, y por esto en parte es interesante el libro, el original se escribió
antes del contacto de Europa con América de 1492, ya que no menciona ningún
producto del Nuevo Mundo.
A mí se me ocurren tres o cuatro
aplicaciones ahora que hemos llegado hasta aquí con esta narración que nos ha
servido de hilo conductor y, esperemos, hemos captado la atención del alumnado.
Seguro que a vosotros se os ocurren muchas más. Una de ellas es mostrarles
someramente cómo es el oficio del historiador (no todo es Indiana Jones…), las
fuentes y que los libros de Historia "no salen de la nada". Las
letras paleográficas o de imprenta antigua, como es el caso, suelen llamar la
atención y puede ser interesante hacer que ellos intenten leer la receta
directamente del texto, por ejemplo, antes de ofrecerles la transcripción, para
inmiscuirles más en el proceso y que sean ellos poco a poco los que vayan
descubriendo lo que pone.
Otra opción, tanto para una clase
de Historia como de Alternativa a la Religión (que algún loco ha propuesto sea de Antropología de las Religiones frente a la de Doctrina Católica o una alternativa de Historia de las Religiones, que Rouco Varela le pille
confesado…), es ver la relación entre alimentación y fe (los alimentos en
Cuaresma como refleja el estudio del libro) y qué causas hay detrás de ello, llevándolo
no sólo al Cristianismo católico sino a otros ámbitos conocidos (y si no que se
lo digan a Marvin Harris y a sus vacas hindúes). También el libro completo de
recetas puede servir para hacer una actividad para ver si los hábitos
alimenticios de hace cinco siglos son muy diferentes a los que tienen nuestros
alumnos hoy, vamos, estudiar la vida cotidiana de entonces con la de ahora.
Una de las más obvias es ver el
intercambio de productos alimenticios entre América y Europa tras la llegada de
Colón en 1492 (sí, aunque parezca mentira no sólo les llevamos curas y
conquistadores y nos quedamos con su oro y sus almas, algo bueno sacaron aunque
tuvieran también que amochar con éstos). Para estudiar esto parece que en lo
más avanzado que nos hemos quedado es en usar un cuestionario y un mapa, encima
en lengua de herejes, como los que se ofrecen aquí. Y eso si no es
únicamente una retahíla de productos de un lado y otro del charco. E incluso
aprovechar para innovar en la realización de cuestionarios que parece
que Agustín se resiste a ver en clase: siempre me acuerdo como mi padre me
contaba que a sus alumnos de E.G.B. (¡qué tiempos pre-LOGSE!) en un examen
sobre el tema les hacía preguntas del tipo: ¿Comieron los Reyes Católicos
patatas fritas en el banquete de su boda?. Imagino que todos sabemos la respuesta y razonarla...
Espero que no penséis que os he
dado gato por libre con esta entrada, que tiene más cosas serias de lo
que parece…
Entrada por: ENRIQUE TORIJA
RODRÍGUEZ
NO ME CREO NADA
ResponderEliminar¡Ten fe, pecador!
EliminarYo creo que con salsa de soja quedaría mejor.
ResponderEliminar¿Gato en salsa de soja?. Seguro que más de uno lo hemos probado sin querer en un chino.
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