jueves, 16 de enero de 2014

Penúltimo pensamiento.

Mucho nos tocan la moral, digo los horarios, con la innovación educativa. Innovemos de una manera educadamente constructiva les diría yo.
Un proyecto de innovación es algo que está verdaderamente bien pero me pregunto a cerca de la posibilidad real de su implantación. Y desde luego no os estoy hablando de una implantación a nivel local: Yo innovo y mis alumnos sufren las consecuencias; eso está meridianamente claro. Estoy hablando de las verdaderas posibilidades de llevar a la palestra educativa nacional una innovación.

Veamos: A partir de ahora, los profesores impartirán sus clases con un gracioso sombrero de color naranja porque de esta manera atraen la atención del 19,83% (Sí, me lo he inventado) del alumnado... bien. Desde que yo, como docente investigador (recordemos que tras una innovación que se precie debe haber un proyecto de investigación que la respalde) me propongo llevar a cabo mis clases poniendo en práctica mis resultados.

¿Las instituciones académicas tienen vías para llevar a cabo una implantación mayor?; Sí, el ministerio convoca certámenes de investigación que tienen como objetivo premiar a los innovadores. Muchas revistas científicas llevan a cabo publicaciones sobre este aspecto... ¿Pero es viable, y esperable, ver estas cosas plasmadas en un Real Decreto?

Yo, estos días finales del máster, me planteo sobre las aplicaciones y fundamentos de mis trabajos. Los profesores siempre nos ponen sobre la pista de que debemos pensar como profesores, investigadores, científicos casi... bien, yo lo hago y pienso cuantos de nuestros proyectos de investigación serán verdaderamente aplicables. ¿Quién tiene la vara de medir su validez y aplicabilidad? No los sé, sinceramente, pero lo que sí sé y cada vez tengo más claro, es que la innovación es la única vía que tenemos los docentes, futuros en nuestro caso y pasados como Agustín, de vivir en la cresta de la ola. De ver como somos portadores de Historias y no una historia más.

Innovemos compañeros, pensad en vuestros TFM, en las clases del profesor Oliver y en las demás clases del máster de secundaria. A veces es fácil y solo es cuestión de pensar en lo mal que están las cosas a nuestro al rededor para que nos surjan ideas que podamos convertir en innovaciones.... Quien sabe, quizá la mala pata que ha tenido este máster no sea otra cosa que un complot por parte de la UCLM para que innovemos debido a la acuciante necesidad que nos ha rodeado estos últimos meses....


Un saludo y hasta siempre, compañeros.


Mario de la Ossa Collado.

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